Hace un par de meses, un pingüino antártico, llevado por las corrientes marinas apareció en Nueva Zelanda, a tres mil kilómetros de su casa.
Con un instinto poco animal, lo primero que hizo fue confundir la arena con la nieve, y comió tanta que estuvo al borde de la muerte, con los veterinarios luchando por su vida (incluyendo varias operaciones).
Happy Feet -tal el nombre de este pingüino emperador de un año, con el que bautizaron a la criaturita por una película de dibujos animados- se convirtió en poco tiempo en "héroe nacional", lo que habla a las claras de la idiosincracia de Nueva Zelanda.
El animal emprendió su regreso a casa con un GPS pegado a su pata. Pero el dispositivo dejó de funcionar hace cinco días.
Los expertos dijeron que si bien es posible que el dispositivo se cayera y estuviera en el fondo del océano, también temen que Happy Feet haya caído en las fauces de un animal más grande.
Los pingüinos emperador tienen una serie de depredadores como tiburones, focas y ballenas asesinas.